jueves, 31 de marzo de 2016

El secreto del modelo económico y social nórdico

HELSINKI, (IPS) – En octubre pasado Finlandia ha sido señalada, una vez más, como la economía más competitiva del mundo. Tal posición obtenida en la clasificación del Foro Económico Mundial no debería ser tomada demasiado seriamente: en Finlandia sabemos que no somos perfectos en éste o en cualquier otro aspecto.

Por otro lado, dada la consistencia de semejantes destacadas clasificaciones
en años recientes, que tienen en cuenta la falta de corrupción, la libertad
de prensa, el estado del ambiente, los niveles de instrucción, la equidad de
la distribución del ingreso o la seguridad humana, en realidad quizás haya
algo que aprender de Finlandia.
Nuestra economía enfrenta una fuerte competencia de parte de paraísos de
bajos impuestos para los negocios como Estados Unidos, Singapur y Hong Kong.
Pero el hecho de que no sólo Finlandia sino también todos nuestros vecinos
nórdicos Dinamarca, Islandia, Noruega y Suecia, están usualmente entre los
10 primeros países con economías más competitivas suscita una pregunta
obvia: ¿cómo han hecho estos estados benefactores para desafiar los juicios
pronunciados hace más de 20 años según los cuales ya habían durado más
tiempo de lo previsible y estaban maduros como para ser desmantelados?
¿No será que estos estados generosos y con altos impuestos, con sus fuertes
sindicatos y pasados de moda valores socialdemócratas han alcanzado su
relativo éxito no a pesar de su estado benefactor sino a causa del mismo?
Este éxito puede ser atribuido a cuatro factores: conocimiento e
instrucción, espíritu empresarial, cooperación y solidaridad, y el modelo
nórdico de estado benefactor.
En lo que se refiere a conocimiento e instrucción, el liderazgo es más
conspicuo en el área de investigación y desarrollo: Suecia y Finlandia son
los primeros en el mundo en la proporción entre el PBI y los gastos en
investigación y desarrollo. Igualmente importante, sin embargo, es el
sistema de instrucción universal, de amplio alcance y gratuito, que va hasta
el nivel universitario y sin el cual no hubiéramos tenido éxitos en materia
de alta tecnología.
La iniciativa empresarial no es un campo en el que los países nórdicos sean
reconocidos como líderes, pero aún así estamos en el tope de las listas
sobre condiciones favorables para la apertura de nuevas empresas. Esto es
esencial para hacer frente al más difícil desafío que se le presenta a
Finlandia: restaurar el pleno empleo. Aunque por cierto esperamos que Nokia,
UPM y otras grandes firmas multinacionales sigan siendo exitosas a escala
mundial, ellas no van a aumentar el número de puestos de trabajo en
Finlandia. Los nuevos empleos serán creados por pequeñas y medianas empresas.
Para ser competitivo no se requiere creer en la necesidad de una competencia
despiadada o en la desregulación en establecimientos fuera de fronteras.
Casi todos estamos a favor de una economía de mercado y al mismo tiempo no
queremos ser una sociedad de mercado. Hay una clara necesidad de respetar
los sectores no vinculados al mercado de la vida humana y de la cooperación.
Las partes sociales trabajadores y empresarios- fueron también los padres de
nuestro sistema nacional de pensiones, que beneficia tanto a todos los
asalariados como a los empresarios. Ellos han sido capaces de ponerse de
acuerdo en los continuos pequeños ajustes del sistema necesarios para
asegurar su sostenibilidad a medida que nuestra población envejece. Como
resultado de ello, Finlandia es casi el único país europeo que no está
siendo amenazado por la llamada “bomba de las pensiones” en un futuro próximo.
Como resultado de todos estos factores todos los países nórdicos tienen
significativamente una distribución más equitativa de los ingresos y una
proporción más pequeña de personas que caen debajo de la línea de la pobreza
que cualquier otro país del mundo.
Al analizar el éxito de los sistemas nórdicos es importante notar que, a
pesar del uso del término “estado benefactor”, son las comunidades locales
las que tienen la principal responsabilidad de proporcionar servicios. Los
beneficios son establecidos por la legislación nacional, pero las
autoridades locales tienen una significativa libertad para decidir como
suministrarlos.
Pese a que todos los países nórdicos son sociedades con impuestos
relativamente altos, ello no tiene porqué ser un impedimento para la
competitividad. Más importante que el nivel de los impuestos es cómo se los
aplica. El sistema impositivo debe otorgar mayores incentivos para la
creación de puestos de trabajo y más frenos para desincentivar actividades
no compatibles con el desarrollo sostenible.
Es igualmente importante que la gente dé su verdadero valor a los impuestos
que paga. Los políticos que prometen reducciones impositivas son vistos
mayormente con sospecha por una población que, según las encuestas, está
dispuesta a aceptar impuestos más altos siempre y cuando se les garantice
que servirán para financiar mejoras en los servicios claramente necesarias.
¿Cuán sostenible es todo ello en nuestro mundo globalizador? El éxito de los
países nórdicos, que constituyen todos ellos pequeñas economías altamente
dependientes del comercio global, indica que su sistema sí es sostenible.
Pero no hay lugar para la complacencia. Son necesarios constantes ajustes.
Al final de todo, lo que determinará el futuro de nuestros estados
benefactores es sin duda nuestra propia voluntad política. Si ésta es
decidida por medio de procedimientos democráticos no habrá problemas. Pero
nosotros somos plenamente conscientes de que hay bien financiados lobbies
que están trabajando para tratar de introducir políticas neoliberales
también en los países nórdicos. (FIN/COPYRIGHT IPS)
Erkki Tuomioja, ministro de relaciones exteriores de Finlandia.

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