domingo, 17 de abril de 2016

España iría mejor fuera de la Unión Europea, el euro es un desastre

Hijo de un clásico director de «The Times», es uno de los diputados más ocurrentes de los Comunes y prototipo del patricio inglés...



A sus 46 años, el espigado y muy clásico Jacob Rees-Mogg, diputado tory, se ha convertido en uno de los personajes más coloridos de la política británica, por brillo oratorio, porte pintoresco y humor. Su inteligencia es grande. Su fortuna personal, también. Amén de su buena cuna (es hijo de un legendario director de «The Times»), fundó una lucrativa compañía en la City.
Jacob es papista, liberal, forofo del críquet y eurófobo hasta lo autoparódico. Padre de cuatro hijos rumbo al quinto, viste trajes cruzados de sastrería de Savile Row, ternos salidos de los años cuarenta, que curiosamente vuelven a ser moda. Excéntrico, no desayuna jamás y se dice que duerme con impolutos pijamas blancos.
La primera vez que intentó llegar al Parlamento, en 1997, se ganó la caricatura que todavía hoy lo compara con Bertie Wooster, el despreocupado millonetis de las deliciosas novelas de P.G. Wodehouse. Asignado a una circunscripción obrera, se decía que hacía campaña por las barriadas en su Bentley. Su desmentido fue olímpico: «No. Era solo un Mercedes». Alumno de Eton y Oxford, en persona resulta muy amable y educado. Me conduce a una cafetería del Parlamento, de solera y reservada a sus señorías, y hablamos frente a sendas tazas de café de porcelana, clásicas, como él.
—¿Cuál es el principal problema que tiene Reino Unido con la Unión Europea?
—El primero es que muchas decisiones de la Unión Europea no pueden ser cambiadas por las de la gente del Reino Unido. Se hacen leyes sin ningún mandato democrático. Mi segunda objeción es que todo lo que ha hecho la Unión Europea ha fracasado. La política común es carísima para los contribuyentes. Tiene serios fallos en términos de eficiencia y el euro ha sido un auténtico desastre, especialmente para los países con alto desempleo. Han tratado de crear un Estado europeo más que de buscar el avance económico. La economía española sería mucho más próspera fuera y la griega, también. El euro es una calamidad, y bastante cruel. De hecho los griegos odian a los alemanes.
—Mi experiencia es la contraria. Soy del noroeste de España, de Galicia, y no puede imaginarse cuánto ha mejorado gracias al apoyo europeo. Y al dinero alemán, por cierto.
—Y no solo alemán. Pero el dinero alemán no basta para compensar la destrucción económica y la desgracia del euro. Nosotros aportamos 10.000 millones de libras netos a la Unión Europea. Pagamos por los trenes españoles, que son muy buenos. Pero no veo por qué nuestros contribuyentes tienen que sufragar eso. Luego está la inmigración. El Reino Unido tiene una enorme presión en sus servicios públicos, sanitarios, en sus escuelas. La población crece muy rápido y sin control.
—Todo es horrible. Sin embargo, dentro de esa fatídica Unión Europea y con todos esos inmigrantes, al final el paro es del 5 por ciento y este país es un éxito…
—Pero el país no necesita a la UE para ser un éxito.
—No estoy tan seguro.
—Cuanto menos nos hemos sumado a historias europeas, mejor nos ha ido. Por ejemplo, cuando no nos incorporamos al euro la economía tuvo un "boom". A menos Europa, mejor lo hacemos. En la Unión Europea no hay avance económico, solo costes. El 95 por ciento de las compañías británicas nunca comercian con la UE, pero tienen que seguir su regulación. El coste del mercado único es inaudito ante sus magros beneficios.
—Sus datos me chirrían. Es sabido que el Reino Unido tiene más intercambio comercial con la pequeña Irlanda que con la colosal China.
—Siempre tendremos más comercio con Irlanda que con otros, porque está al lado y porque ha sido parte del Reino Unido. Pero ese comercio no tiene nada que ver con la Unión Europea.
—¿Qué pasa con la City? ¿Puede seguir siendo la capital financiera si dan el portazo a Europa?
—Se dijo exactamente lo mismo cuando no nos unimos al euro, que todo se iría a Fráncfort, pero no ocurrió. La razón de que la City se mantenga es que tiene el conocimiento, el capital y el inglés, el idioma de las finanzas. Además, está la seguridad de ley inglesa. Yo he desarrollado toda mi vida la laboral en la City y puedo decir lo contrario, que la regulación europea ha dañado mucho sus negocios.
—Tengo la sensación de que lo suyo es como lo de los separatistas españoles, que todo atiende a un sentimiento nacionalista. Más corazón que cabeza.
—Bueno, el corazón es muy importante. Pero es que realmente yo creo que la UE no es un buen sistema. No funciona, ni puede hacerlo al no ser democrática; de hecho está provocando un aumento de la extrema derecha en varios países. Me habla de la parte emocional; pues sí, por supuesto. La mayoría de la gente que vive aquí siente que pertenece al Reino Unido y no Europa.
—¿Puede romperse el Partido Conservador con su guerra civil?
—Sí, existe ese riesgo potencial. Dependerá mucho del resultado. Si gana el irse de Europa será más fácil que el partido vuelva a unirse rápidamente. La cúpula quiere quedarse, pero según vas bajando nuestra gente quiere irse. Hay entre 140 o 150 diputados tories a favor del Brexit.

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