Chances en un mundo turbulento Por: Gustavo Grobocopatel Presidente del Grupo Los Grobo
Muchas de las transformaciones de los últimos años están relacionadas con el nuevo escenario global. En agroindustria el ejemplo es muy notable: el aumento de las clases medias en Asia Pacífico, la tendencia a fuentes de energía limpias como los biocombustibles, problemas con el agua, la urbanización, etc., generaron un aumento en el consumo de alimentos y sus precios, que impactó no sólo en las geografías rurales. El excedente originado se derramó -políticas públicas de por medio- en amplios sectores de la sociedad, especialmente las urbanas que lo recibieron en forma de subsidios y diversas formas de transferencias.
Sin embargo, lo que está por venir podría tener un efecto transformador para el país. En el siglo de la genética los vegetales deberían ser visualizados como biorreactores que producen diversos productos industriales. Me refiero no sólo a alimentos. Por ejemplo, de una hectárea de algas se puede producir 30 veces más proteínas que en una de soja; de un millón de hectáreas de eucaliptos podríamos autoabastecernos de etanol; de la biorremediación de aguas servidas o de la glicerina podríamos producir bioplásticos degradables y solucionar el tema de la basura. Esto no es el futuro, es el presente: ya hay muchas empresas lanzando estos productos en los próximos 5 años. Estamos como internet en 1950, la bioeconomía es el nombre de una nueva revolución industrial verde y esta región podría ser su epicentro.
¿Qué necesitamos? Sobre todo estimular a los emprendedores a invertir; hay que generar un entusiasmo ante un proceso de creación de riqueza, apoyando I&D, integrándonos más al mundo, facilitando los flujos e intercambios de bienes y servicios, el conocimiento sobre todo dando buenas condiciones a la inversión para que el proceso sea rápido y profundo, con reglas claras para que el proceso sea de muchos, construyendo bienes públicos, privados, universales, basados en la ética, es decir que tengan como objeto la dignidad y el bienestar.
Deberíamos preguntarnos en cada acto si el producto de nuestro esfuerzo será un pueblo más solidario, libre, empleable, emprendedor, saludable. Esta pregunta y sus respuestas son la guía para saber cómo orientarnos en este mundo turbulento, lleno de oportunidades, pero diferente.
Muchas de las transformaciones de los últimos años están relacionadas con el nuevo escenario global. En agroindustria el ejemplo es muy notable: el aumento de las clases medias en Asia Pacífico, la tendencia a fuentes de energía limpias como los biocombustibles, problemas con el agua, la urbanización, etc., generaron un aumento en el consumo de alimentos y sus precios, que impactó no sólo en las geografías rurales. El excedente originado se derramó -políticas públicas de por medio- en amplios sectores de la sociedad, especialmente las urbanas que lo recibieron en forma de subsidios y diversas formas de transferencias.
Sin embargo, lo que está por venir podría tener un efecto transformador para el país. En el siglo de la genética los vegetales deberían ser visualizados como biorreactores que producen diversos productos industriales. Me refiero no sólo a alimentos. Por ejemplo, de una hectárea de algas se puede producir 30 veces más proteínas que en una de soja; de un millón de hectáreas de eucaliptos podríamos autoabastecernos de etanol; de la biorremediación de aguas servidas o de la glicerina podríamos producir bioplásticos degradables y solucionar el tema de la basura. Esto no es el futuro, es el presente: ya hay muchas empresas lanzando estos productos en los próximos 5 años. Estamos como internet en 1950, la bioeconomía es el nombre de una nueva revolución industrial verde y esta región podría ser su epicentro.
¿Qué necesitamos? Sobre todo estimular a los emprendedores a invertir; hay que generar un entusiasmo ante un proceso de creación de riqueza, apoyando I&D, integrándonos más al mundo, facilitando los flujos e intercambios de bienes y servicios, el conocimiento sobre todo dando buenas condiciones a la inversión para que el proceso sea rápido y profundo, con reglas claras para que el proceso sea de muchos, construyendo bienes públicos, privados, universales, basados en la ética, es decir que tengan como objeto la dignidad y el bienestar.
Deberíamos preguntarnos en cada acto si el producto de nuestro esfuerzo será un pueblo más solidario, libre, empleable, emprendedor, saludable. Esta pregunta y sus respuestas son la guía para saber cómo orientarnos en este mundo turbulento, lleno de oportunidades, pero diferente.
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