Por JULIA REED
En un día particularmente templado de enero en Manhattan, Óscar de la Renta estaba almorzando en su oficina de la Séptima Avenida, la misma que ha ocupado desde 1965, el año en que lanzó su primera colección bajo su propio nombre. Sentados en torno a una mesa de caoba, parte de la colección que el dominicano diseña para la empresa de muebles Century Furniture, están su hijastra Eliza Bolen, la directora creativa de licencias de Oscar de la Renta Ltd., y su marido, Alex Bolen, el presidente ejecutivo de la compañía.
El almuerzo, como ocurre a menudo, consiste de una deliciosa comida india que piden del restaurante favorito del diseñador en el vecindario. La conversación cubre varios temas, desde el disgusto de De la Renta sobre la Reina Isabel de Castilla ("todos los problemas del mundo comenzaron cuando ella expulsó a los judíos y a los árabes"), a la película La chica del dragón tatuado (de la cual prefiere la versión sueca). Por último, la conversación gira hacia la forma en que a De la Renta se le ocurrió el nombre de su más reciente fragancia, Live in Love. "No quería que se tratara de una persona", dice. "Se trata de amar la vida que uno vive, lo que uno da, lo que uno ha recibido", añade.
Si alguien es modelo del espíritu de la fragancia, ese es el propio De la Renta. El diseñador dice que ama a su esposa Annette, una mujer muy reservada y perversamente divertida con la que se casó hace 22 años, y sus ocho perros callejeros rescatados, que, según dice, son los que mandan en su hogar. Adora también su casa en Kent, Connecticut, donde ha creado jardines que proveen "las alegrías más espirituales y puras", y la casa en Punta Cana, República Dominicana, donde ha construido un orfanato y una guardería que atiende a unos 1.200 niños. Trabaja codo a codo con su hijastra, está fascinado con su hijo adoptivo Moisés, y tiene una enorme variedad de amigos, los cuales dicen todos más o menos lo mismo que Nancy Kissinger dijo hace años: "Oscar y Annette son las dos personas más amables y consideradas que he conocido".
Esas capacidades se ponen en evidencia no sólo a través de su patrocinio de las artes, sino en la generosidad con sus amigos. Para Navidad, los Kissinger estaban entre el grupo más cercano que se reunió en Punta Cana, incluyendo a Barbara Walters, Bill y Hillary Clinton, y el periodista y entrevistador Charlie Rose.
A pesar del aire clásico y caballeroso de De la Renta, el diseñador es un hombre moderno. Una de sus frases más repetidas es "si se duerme se oxida", un lema que explica la relevancia y popularidad de su marca por casi medio siglo y sus planes de iniciar, a los 79 años, un nuevo capítulo en su vida y carrera.
En la actualidad, su empresa sigue un ambicioso plan de expansión hacia nuevas categorías, incluyendo cosméticos y ropa infantil, y modernizando algunas antiguas, como perfumes. Es un esfuerzo que tiene que ver menos con él y más con su nombre y todo lo que ha llegado a representar. En Bolen, ha encontrado a su sucesor.
En 2008, la compañía entró en una compleja disputa legal contra L'Oréal, la mayor compañía de cosméticos del mundo, para recuperar el control de los productos de belleza que llevaban el nombre del dominicano. De la Renta lanzó su fragancia insignia en 1977, convirtiéndose en uno de los primeros diseñadores en hacerlo en EE.UU. La franquicia, que incluyó otras fragancias como Pour Lui y Volupté, alcanzó en su pico en 1990 ventas estimadas de US$300 millones a nivel mundial. Pero con los años, las licencias de las fragancias fueron vendidas y revendidas (de Avon a El Sanofi, luego a YSL Beauté y finalmente a L'Oréal), por lo que cuando Bolen comenzó su cruzada para cancelar la licencia, las fragancias de Óscar podían encontrarse en supermercados y farmacias.
"Cuando Alex me planteó la idea por primera vez, tuve dudas", dice De la Renta. "Uno tiene que pensarlo dos veces antes de enfrentarse a la mayor compañía de cosméticos del mundo. Sin embargo, no nos dieron otra salida", agrega. Bolen estaba deseoso de capitalizar el potencial de las fragancias, pero también sentía que la imagen cada vez más burda que le habían dado los dueños de las licencias comenzaba a tener un impacto negativo sobre el negocio del diseño de moda. (Entre 2005 y 2010, las ventas de fragancias de De la Renta cayeron 39%, a US$15 millones, mientras que las de la casa de modas registraron un crecimiento de 17,7%). El asunto llevó 18 meses en los tribunales y, debido a acuerdos de confidencialidad, Bolen sólo puede decir que requirió "una gran montaña de dinero". Finalmente, De la Renta aseguró los derechos. "Es indicativo de lo que estamos haciendo en todos los ámbitos de la compañía", dice Bolen. El acuerdo fue seguido muy pronto por una inyección de efectivo de GF Capital Management and Advisors, que en 2010 compró una participación de cerca de 20% en la compañía por una suma no revelada.
El sentido de la oportunidad de De la Renta es impresionante, si se tiene en cuenta que el año pasado tuvo una crisis de salud luego de haber sido diagnosticado con cáncer. Aquellos que no lo conocen bien pensaron que el diseñador disminuiría su ritmo. Hoy, libre de cáncer, el dominicano asegura que "la palabra de la que más se abusa en el mundo es 'jubilación'. Cada día es para mí un proceso de aprendizaje. ¿Por qué debo dejar de hacer algo que me da tanto placer?" Después de haber visto languidecer la marca de su amigo Bill Blass debido a la alta rotación de diseñadores, De la Renta quiere asegurarse de que su compañía vivirá después de que él deje de hacerlo. "Mi preocupación silenciosa siempre había sido no saber qué pasaría con mi empresa una vez que yo falleciera. Ahora, ya no tengo que preocuparme por eso", dice.
En 2004, De la Renta convenció a Bolen para que dejara su cargo de banquero de inversión en Bear Stearns y asumiera las riendas de su compañía, donde Eliza ya llevaba nueve años trabajando. El trío se inspira en empresas familiares que han sobrevivido por generaciones como Hermès y Salvatore Ferragamo, las cuales han mantenido su independencia a pesar de la presión de conglomerados corporativos.
Bolen estima que las ventas del año pasado de Oscar de la Renta alcanzaron US$600 millones en todo el mundo. El ejecutivo cree que la compañía puede duplicar y hasta triplicar esa cifra en tres o cinco años. Para lograrlo, dice, tienen que renovar constantemente la franquicia que el diseñador ha creado.
De la Renta vive encantado con la forma en que Bolen sumió la parte creativa del trabajo. "Es difícil encontrar a alguien del lado administrativo con un buen ojo para el diseño", dice el dominicano.
Por estos días, la empresa familiar se mudará a unas nuevas oficinas, con vista a Bryant Park, un distintivo parque en el centro de Manhattan. Es un espacio de más de 3.200 metros cuadrados, que duplica la superficie anterior. Luego de encontrar el lugar, Bolen y Eliza no sabían cómo reaccionaría De la Renta a la propuesta de reubicación, ya que ha trabajado en el mismo sitio por casi toda su carrera. Sin embargo, el diseñador se mostró encantado. "Si uno no se mueve, termina por estancarse", dice.
De la Renta es, en sí mismo, una verdadera fortaleza. En muchos sentidos, la expansión actual es un plan bien pensado para mostrar y sacar provecho de casi todos los aspectos de su vida.
"A veces me preocupa que estemos involucrándonos en demasiadas cosas", dice Bolen, pero añade que el punto central del cambio actual —el cual llama "una evolución, no una revolución"— es la conexión entre "lo que hacemos y cómo y dónde ganamos el dinero". A principios de los años 70, los diseñadores comenzaron a vender licencias de sus nombres para producir de todo, desde perfumes y sábanas hasta jeans. Las colecciones —por lo general el único "producto" hecho por el propio diseñador— eran cada vez más usadas para impulsar las ventas de otros productos licenciados más lucrativos. Pero se trata de un camino lleno de peligros. En el peor de los casos, un diseñador puede llegar a perder el control de su propio nombre. En el mejor de los casos, puede haber una progresiva brecha entre la sensibilidad del diseñador y los productos que le representan un cheque.
"Lo que pasa con Óscar es que conocemos su vida", dice Bolen. "Él es muy conocido tanto por sus vestidos como por la forma en que conduce su vida diaria". Sin embargo, cada día, al menos en la oficina, son los vestidos los que siguen siendo el foco de atención de De la Renta. Todavía prueba y ajusta personalmente cada prenda que sale a la pasarela y participa en cada aspecto de su desarrollo. Es por eso que pasa la mayor parte del tiempo en el salón de exhibición y no en su oficina. "Todo lo que necesito es una silla", agrega el diseñador que está en todos los detalles.
En efecto, si su negocio está sobre ruedas, es por la relevancia de De la Renta como diseñador. Su más reciente colección, para la primavera 2012, fue recibida con críticas muy favorables. Los especialistas elogiaron su "exuberancia" y agregaron que nadie más hace el "lujo despreocupado" como él, al igual que un nuevo "vanguardismo" que ha revigorizado su típico "glamur y elegancia". En la presentación, Justin Timerlake y la joven actriz Ashley Olsen, tuvieron asientos en primera fila, al igual que clientes veteranos como Barbara Walters, la reconocida periodista estadounidense de 82 años. Su atractivo multigeneracional puede apoyarse en el hecho de que el propio diseñador está siempre mirando adelante. "Amo el hoy y el mañana. Lo que hice en el pasado, no me interesa", dice.
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