domingo, 12 de febrero de 2012

El auge tecnológico que se avecina

En enero de 1912, Estado Unidos salió de una recesión de dos años. Luego hubo 19 más, junto con un siglo de crecimiento económico fenomenal. Los estadounidenses, en términos reales, son 700% más ricos hoy.
En retrospectiva parece obvio que las tecnologías emergentes alrededor de 1912 —electrificación, telefonía, el nacimiento de la edad del automotor, la invención del acero inoxidable y el amplificador de radio— impulsarían ese crecimiento. Sin embargo incluso observadores educados de aquel momento no lograron entender su poder de transformación.
En febrero de 2012, otra vez estamos frente a tres grandes transformaciones tecnológicas que tienen el potencial de rivalizar con las del siglo pasado. Todas encuentran su epicentro en EE.UU.: grandes datos, manufactura inteligente y la revolución inalámbrica.
La tecnología de la información ingresó en la era de los grandes datos. La capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos son virtualmente gratuitas. Un celular, el iPhone, tiene una capacidad informática que avergüenza a la computadora IBM de los años 70. Internet evoluciona hacia la "nube", una red de miles de centros de datos que individualmente hacen que una supercomputadora de 1990 parezca antediluviana. Desde los medios sociales hasta las revoluciones médicas basadas en análisis de metadatos, para lo cual proezas astronómicas de procesamiento de datos permiten hasta ahora servicios y negocios inimaginables, estamos en la cúspide de nuevos mercados inimaginables.
¿La segunda transformación? Manufactura inteligente. Este es el primer cambio estructural desde que Henry Ford lanzó el poder económico de la "producción en masa". Mientras ya vemos evidencia en sistemas de automatización e información aplicados a administración de cadena de suministro, recién ingresamos a una era donde la misma fabricación de cosas físicas es revolucionada por la ciencia de materiales emergentes. Pronto los ingenieros diseñarán y construirán a nivel molecular, optimizando funciones e incluso creando nuevos materiales, que mejorarán radicalmente la calidad y reducirán los desechos.
Ya están apareciendo aparatos y productos basados en materiales realizados con ingeniería informática que literalmente no existían hace unos años: nuevas aleaciones de metales, transistores de grafeno en lugar de siliconas (grafeno y carbono permiten una clase radicalmente nueva de materiales electrónicos y estructurales), y meta-materiales que poseen propiedades imposibles en la naturaleza; por ejemplo, hacer que un objeto se vuelva invisible, especulación sobre la cual hubo una entendible publicidad reciente.
Esta era de materiales nuevos será explosiva económicamente cuando sea combinada con la impresión en 3-D, también conocida como manufactura digital directa; literalmente partes "de impresión" y aparatos que funcionan con una computadora, lásers y metales en polvo y plásticos. Ya están apareciendo partes impresas de aplicaciones de alto valor como implantes específicos para los pacientes de reemplazo de de cadera o dientes, o partes de aviones más livianas y fuertes. Algún día, el Santo Grial: impresión "desde el escritorio" de productos finales enteros desde ruedas a incluso máquinas de lavar la ropa.
La era de diseño y producción computacional casi perfectos desatará un cambio tan grande en cómo hacemos las cosas como lo hizo la revolución agrícola en cómo cultivábamos cosas. Y será definido por gran talento, no trabajo barato.
Finalmente, está la revolución comunicacional en ciernes, donde pronto la mayoría de los humanos en el planeta estarán conectados de forma inalámbrica. Nunca antes mil millones de personas —pronto miles de millones más— pudieron comunicarse, socializar y comerciar en tiempo real.
Las implicaciones del colapso radical en el costo de la conectividad inalámbrica son tan grandes como las que siguieron al surgimiento de la telegrafía/telefonía. Junto con la nube, el mundo inalámbrico brinda conectividad barata, información y capacidad de procesamiento para casi todos, en todos lados. Esto presenta tanto un cambio rápido —por ejemplo, la primavera árabe— como grandes oportunidades. Nuevamente, tanto el lanzamiento como el epicentro de esta tecnología se encuentran en EE.UU.
Pocos niegan que la tecnología impulse el crecimiento económico y tanto el progreso social como de estilo de vida, este último observado principalmente en métricas de salud y medio ambiente. Pero considere tres características que definen mejor a EE.UU., y que son esenciales para liberar las promesas de cambio tecnológico: nuestra joven demografía, cultura dinámica y sistema de educación diverso.
Primero, la demografía. Para 2020, EE.UU. será más joven que tanto China como la zona euro, si este última aún existe. La juventud brinda más que una base de trabajadores y contribuyentes; brinda la energía inevitable que impulsa cualquier cosa. Amplificada y alivianada por la experiencia de sus mayores, la juventud y la escala económica (EE.UU. aún es la mayor economía del mundo) no deben ser subestimadas, en especial en el contexto de las otras dos grandes fuerzas: nuestra cultura y sistema educativo.
La cultura estadounidense se adapta particularmente a tiempos tumultuosos y desafío. La cultura no puede ser cambiada o copiada de la noche a la mañana; es una característica de un pueblo que tiene, para usar un término físico, alta inercia. La nuestra se distingue por características indiscutiblemente poderosas, como apertura mental, toma de riesgo, trabajo enérgico, capacidad lúdica, y, algo crítico para nuevas ideas nacientes, una dosis saludable de pensamiento anti-establishment. ¿En qué otro lugar podrían haber surgido Apple o Steve Jobs?
Luego está nuestro sistema educativo, a menudo criticado como inadecuado para los desafíos globales. Pero la educación superior estadounidense elude medidas estadísticas simples ya que sus características más salientes son la flexibilidad y la diversidad de filosofías educativas, currículum y cuerpo de profesores. Hay un vertiginoso rango de enfoques en las universidades estadounidenses. Bien. Una medida definitivamente no le cabe a todos los estudiantes o al futuro.
También deberíamos recordar que más de la mitad de las 100 mejores universidades del mundo siguen siendo estadounidenses, un dato puesto de manifiesto por la creciente cantidad de inscripciones de extranjeros. Sí, otros países tienen buenas universidades, y muchas más surgirán con el tiempo. Pero, nuevamente, el epicentro sigue estando aquí.
¿Qué deberían hacer nuestros políticos para ayudar a impulsar esta nueva era de crecimiento emprendedor? Mercados financieros líquidos, políticas impositivas y migratorias sensatas, y regulaciones balanceadas permitirán que florezca el próximo auge. Pero el combustible esencial es la innovación. La promesa reside en los cambios tecnológicos tectónicos que se están desarrollando.
El éxito de EE.UU. no está pre-decretado. Pero las innovaciones tecnológicas alrededor de 2012 son profundas. Engendrarán cambios revolucionarios para nuestra sociedad y nuestra economía. Todas las fuerzas están en su lugar. Es sólo cuestión de cuándo.
—Mills, físico y fundador del Digital Power Group, escribe la columna Inteligencia Energética de Forbes. Ottino es decano de la Escuela MacCormick de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de la Universidad de Northwestern.

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