martes, 27 de septiembre de 2016

Inversiones que no llegan, economía estancada y Macri desespera

Rodolfo Cavagnaro - Especial para Diario Los Andes/ Mendoza/

Después de la reunión del “mini Davos”, como fue catalogado el Foro de Inversiones convocado por el gobierno, el presidente Macri estuvo en la sesión de Naciones Unidas, donde volvió a cosechar aplausos y promesas, pero el primer mandatario volvió a marcar un discurso de tono claramente electoralista. 
Macri, y quienes lo asesoran,  acaban de tomar nota de cuál es la demanda de los grupos empresarios para invertir en la Argentina, y esa expectativa está puesta en saber si conseguirá imponerse en las elecciones de 2017, como forma de obtener una ratificación popular de cambio de rumbo que su gobierno dice que quiere imponer.
Y decimos “dice” porque del dicho al hecho hay mucho trecho. Los inversores no necesitan que les reciten más las oportunidades que la Argentina presenta, pero dudan de muchas cosas, varias son propias del mismo gobierno, y otras propias del modelo cultural argentino.
Es que Argentina tiene demasiados antecedentes como tomar recaudos. Un tema que no ha sido bien visto es que se haya previsto ampliar el déficit fiscal a 4,2% del PBI en lugar del 3,3% como se había comprometido. Más allá de las explicaciones, justificables, esta expansión del déficit supone que la inflación no cederá mucho y la economía, si crece, no lo hará muy fuerte.
Otro tema que preocupó fue la impericia con la que se manejaron ciertos temas en el gobierno que, luego, terminan generando atrasos, idas y vueltas y oportunidades para que la oposición aproveche para sacar partido. Las dudas son razonables cuando se comprueba que Macri y su equipo no han sido eficientes en convencer a los argentinos que no es posible seguir pagando por los servicios públicos un 10% del valor real sin tener consecuencias.
Y, finalmente, la duda crucial acerca del futuro, pasando por la renovación legislativa de 2017, es cuál será el destino de las políticas de Macri, que intenta que vuelva la inversión extranjera. Es que días antes, el principal candidato opositor, Sergio Massa, se despachó con pedido para prohibir importaciones por 90 días y antes consiguió aprobar un proyecto duplicando indemnizaciones para evitar despidos.
Tanta es la duda, que muchos popes empresarios, después de escuchar a Macri, se fueron hasta un hotel porteño a entrevistarse con Massa, quien les explicó sus objeciones a las políticas de Macri, y esto abonó más las dudas. Los estudios que diversas consultoras hacen para los inversores confirman que la demanda de ofertas populistas aún es muy grande en la Argentina.
Por todo esto, el presidente ahora sobreactúa un discurso electoralista tratando de convencer a los inversores que en las próximas elecciones ganará con holgura y entra en desesperación al ver que todas las promesas han encontrado un nuevo condicionante que pone en riesgo la reactivación de la economía. Los inversores, en general, no desembolsarán inversiones hasta ver si la población sigue confiando en las políticas de Macri.
Inflación y crecimiento
La tasa de crecimiento del 3,5% prevista para el año próximo parece muy amarreta ante la situación de la economía, que viene de cuatro años de estancamiento, pero se justifica, justamente, por el tamaño del gasto público. Hoy todos los recursos disponibles, que son inmensos, son absorbidos por el Banco Central para evitar inflación.
El tema no es el huevo o la gallina sino que es bastante claro. La causa de la inflación es el volumen del gasto público, más allá de cómo se financie, con emisión monetaria  o con deuda. Ese gasto del Estado inunda de pesos la economía pero el sector productivo no puede acceder a préstamos a tasas razonables porque el Banco Central fija tasas tan altas que a los bancos les conviene más prestarle al Estado.
Este círculo vicioso comienza con el exceso de gasto público, y por esta razón es que todos desconfían de la estrategia de tomar nueva deuda. Según registros, el Estado argentino en 2017 tomaría unos 15.000 millones de dólares de deuda nueva, siendo uno de los países que tomaría mayor endeudamiento. Con la poca vocación por bajar el gasto, esto solo es sostenible en un entorno internacional de tasas baratas, pero el año próximo será el último, ya que la FED comienza a subir tasas a fin de este año.
El problema de la inflación
Si bien parece un tema en sí mismo, la inflación es la consecuencia del elevado gasto público, y la causa de la parálisis de la economía.
Queda mucha inflación inercial acumulada que no se ha descargado por la recesión, pero sigue latente porque no hay condiciones objetivas para que los registros bajen.
La recuperación de la economía tarda en llegar por varios factores. Siguen muy altos los impuestos y los costos de las regulaciones, mientras que el tipo de cambio quedó atrasado nuevamente porque las tasas le hacen fuerte competencia, además de registrarse ingresos de dólares.
En cuanto al mercado interno, muchos gremios recién están cobrando la segunda cuota de sus aumentos paritarios, lo que permite suponer que habrá una cierta mejora  respecto del mal clima vivido en el primer semestre del año.
Pero una inflación del 17% como la prevista en el presupuesto 2017 es excesivamente alta y el tema de los subsidios, que hay que eliminar gradualmente, no es el único rubro en el cual el gobierno debe recurrir bajar para eliminar el déficit. Y es una prioridad hacerlo más rápido porque de lo contrario no habrá reactivación de la economía y el único camino será una nueva devaluación o la condena a una recesión permanente.
El presidente Macri debe entender que los aplausos no son inversiones, que los anuncios no son inversiones y que le está faltando arrojo para tomar decisiones. Ahora no tiene margen político y entró en el juego de la oposición. Si avanza como debe, la oposición lo va a correr por izquierda reclamándole más medidas populistas. 
Si Macri no gana cómodo las elecciones en 2017, la misma oposición lo acusará de irresponsable y le pedirá medidas de ajuste. Es la política.

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