RECIFE, Brasil (Reuters) - Para los aficionados al fútbol que acudan a los partidos de la Copa Confederaciones en el tropical noreste brasileño la semana que viene, conseguir entradas para el estadio debería ser sencillo, pero dos de cada tres no encontrarán alojamiento en la ciudad anfitriona de Recife.
Los organizadores están mandando a los visitantes a 120 kilómetros de distancia hacia el interior para pasar la noche, una distancia similar a dormir en Filadelfia para ver un partido de los New York Knicks.
El campeonato que empezó el sábado, un ensayo general para el Mundial de 2014, dejará al descubierto para los visitantes algo que sorprenderá a muchos: pese a las magníficas playas, un clima tentador y una gran hospitalidad, la industria del turismo brasileño palidece frente a la de sus vecinos.
El país ocupa la mitad del territorio sudamericano, pero recibe solo una quinta parte de sus visitas internacionales. La tierra del carnaval y de los cócteles de playa está por detrás de cualquier país del hemisferio occidental excepto Venezuela en turistas extranjeros per cápita.
No obstante, es extremadamente complicado encontrar a alguien que se arrepienta de unas vacaciones en Brasil. La creciente clase media del país también ha proporcionado suficiente demanda interior para hacer a la industria turística brasileña la sexta más grande del mundo.
Como ocurre con gran parte de la economía brasileña, un mercado local cautivo parece haber puesto las cosas demasiado fáciles al sector, empujando hacia arriba los precios, minando la competitividad y contribuyendo a un problemático déficit exterior.
El gasto de los extranjeros en Brasil apenas ha mantenido el ritmo de la inflación en los últimos cinco años, mientras los propios brasileños cada vez más han cambiado el turismo interior por los viajes a Miami y Lisboa. La reciente debilidad del dólar ha avivado la tendencia, resultando en un déficit turístico de 15.600 millones de dólares el año pasado, incrementando el déficit récord de la balanza por cuenta corriente.
¿Cómo un país bendecido con 7.500 kilómetros de soleada costa, la fama de Río de Janeiro y las maravillas del Amazonas ha podido desaprovechar una oportunidad tan clara de gol?
Un aficionado extranjero que vaya a un partido de fútbol en Brasil durante la Copa Confederaciones podrá encontrar la respuesta en la recepción del hotel.
Incluso en los hoteles más caros de Recife, presentarse uno mismo en inglés puede causar semblantes pálidos y sonrisas embarazosas. En una ocasión, el conserje de un hotel certificado por la FIFA como alojamiento para el Mundial se quedó mudo tras una presentación en ese idioma.
Debido al tamaño de Brasil, el aislamiento y el desigual nivel educativo, la mayoría de los residentes tienen poco o ningún contacto con un segundo idioma. Brasil se situó entre los últimos países en dominio de inglés según un estudio de la empresa Education First.
Hoteles, restaurantes y otros equipamientos turísticos pagan por tanto - y cobran - un alto precio por servicios bilingües.
"Si puedes permitirte lecciones de inglés, no vas a trabajar en la recepción de un hotel", dice Gunde Schneider, un brasileño de origen alemán que tiene un hostal en la cercana Gravata. "Más probablemente serías el dueño del hotel".
/Por Brad Haynes/
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