sábado, 15 de junio de 2013

Brasileños se hartan del modelo populista y salen a las calles

En las grandes ciudades de Brasil se había vuelto normal ver comercios repletos de gente dispuesta a pagar pizzas más caras que en Venecia, ropa más cara que en París o teléfonos inteligentes al doble que en Miami. Pero algo parece estar cambiando en este país.



El consumo de las familias brasileñas, que por un buen tiempo impulsó la fiesta de la mayor economía latinoamericana, se enfrió en el primer trimestre del año (subió sólo 0,1% respecto al trimestre anterior).

Con un magro crecimiento  del producto interno bruto (PIB), el gobierno de Dilma Rousseff se esfuerza por revertir el debilitamiento del real frente al dólar y controlar el aumento de precios.

Sin embargo, la inquietud de los brasileños por la inflación y su menor confianza en la economía están reduciendo la alta popularidad de Rousseff, según encuestas recientes.

Y de pronto, en Sao Paulo, Rio de Janeiro y otras ciudades brasileñas han surgido atípicas protestas callejeras por el aumento de tarifas de transporte público, con choques violentos con la policía.

Todo esto plantea una pregunta simple: ¿se cansaron los brasileños de vivir en un país caro?

Ciclos y deudas

Entre las razones por las cuales Sao Paulo o Rio se volvieron lugares con costos de vida elevados está paradójicamente el progreso social y económico que Brasil tuvo en la última década.

El despegue del PIB y los programas sociales del gobierno hicieron que unos 40 millones de brasileños pasaran a integrar la clase media, con salarios en alza y desempleo en niveles históricamente bajos.

Eso contribuyó a generar una bonanza de consumo en almacenes, restaurantes… y un aumento de precios.

Pero el enfriamiento del consumo de las familias luego de un aumento de 3,1% el año pasado sugiere que los brasileños están comenzando a pensar dos veces antes de gastar más.

Detrás del fenómeno hay un aumento de la inflación (6,5% anualizada en mayo, el techo de la meta del gobierno) y un endeudamiento de la gente, advierten economistas.

"La familia brasileña está destinando hoy 22% de su renta para pagar deudas: es muy alto", sostuvo Margarida Gutierrez, profesora de economía Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

Y señaló que un aumento de 13% en los precios de alimentos en un año es otro factor que "pesa mucho en el bolsillo del consumidor".

"Están comenzando a cansarse", respondió Gutierrez cuando BBC Mundo le preguntó si los brasileños se hartaron del alto costo de vida.

Popularidad en baja

Dos encuestas de los últimos días mostraron caídas en los niveles de aprobación al gobierno de Rousseff.

El descenso fue de ocho puntos en uno de esos sondeos, realizado por Datafolha: de 64% de aprobación en marzo a 57% en junio.

Es la primera vez que la firma registra una caída de popularidad de Rousseff desde que comenzó su gobierno en 2011.

Cuatro de cada cinco encuestados dijeron sentir el aumento de los precios de alimentos.

"La crisis llegó al bolsillo del brasileño", afirmó Mauro Paulino, director general de Datafolha, en el diario O Globo.

Otra encuesta, de la firma MDA Pesquisa para la Confederación Nacional del Transporte, ubicó la aprobación al gobierno de Rousseff en 54%, tres puntos abajo que en julio de 2012.

Existe una "relación clara" entre la caída del consumo y el descenso de la popularidad de Rousseff, sostuvo Alberto Almeida, experto en opinión pública del Instituto Análise, en Sao Paulo.

"La popularidad de Dilma cayó de muy alto a alto", dijo a BBC Mundo.

Descartó que esto afecte "por ahora" las posibilidades de reelección de Rousseff el año que viene, pero comentó que ni los economistas saben cómo evolucionarán factores como la inflación.

Este viernes, al anunciar inversiones por pinos US$ 1.330 millones en las favelas de Rio, Rousseff negó que la economía brasileña esté empeorando.

"Brasil no está enfrentando problemas como andan pregonando algunos 
críticos. Tenemos una economía sólida y una de las menores relaciones en el mundo entre nuestra deuda y nuestro PIB", dijo en una visita a la favela de Rocinha.

Y prometió: "Jamás dejaremos que la inflación vuelva a este país".

Protestas

En medio de esta situación han surgido una serie de protestas callejeras de miles de personas en ciudades de Brasil contra el aumento del costo del transporte público.

El jueves, la cuarta manifestación de ese tipo en Sao Paulo derivó en incidentes, heridos y más de 190 detenidos por la policía, que es acusada de haber reaccionado violentamente.

El ministro brasileño de Justicia, José Eduardo Cardozo, dijo al diario Folla de Sao Paulo que las imágenes en poder del gobierno muestran "extrema violencia policial".

Y el gobernador estatal de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, sostuvo que investigará un "posible abuso" policial.

El mismo jueves hubo manifestaciones contra el aumento de tarifas de transporte en Rio y Porto Alegre en las que también se registraron incidentes, aunque de menor gravedad que en Sao Paulo.

Almeida sostuvo que las protestas son impulsadas por "radicales de izquierda" que buscan explotar políticamente el descontento por los precios del transporte. Y notó que el alza del boleto de ómnibus fue de 20 centavos de real (unos nueve centavos de dólar).

Sin embargo, una encuesta de Datafolha indicó que una mayoría de 55% de los paulistas apoyan las manifestaciones callejeras.

El grupo que las impulsa, llamado Movimiento Pase Libre y compuesto sobre todo por jóvenes, gana seguidores en las redes sociales y ya anuncia una nueva protesta para la semana próxima.

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