“Hungría está hechizada por Orbán, como si éste estuviera tocando la flauta de Hamelín”, dice el premio Nobel de literatura húngaro Imre Kértesz en Le Monde. Las notas de la flauta populista van dirigidas contra las amenazas del exterior: Estados Unidos, Europa, el FMI, los romaníes y los judíos. “Orbanistán” es el nuevo apodo con el que la prensa internacional se refiere a la república húngara. Es el niño malo de Europa cuyo partido, Fidesz, ha dado luz verde a una nueva Constitución y a una ley de medios criticadas por las organizaciones de derechos humanos. El país, de manera silenciosa, se reestructura: los locales urbanos cierran, los partidarios de la extrema derecha se convierten en directores de teatro, la radio del estado es censurada. Mientras tanto, los medios internacionales dan la alarma. Más allá de la presión económica, la UE no desplega sus cartas de derechos humanos contra el país. Los jóvenes, cansados de estos trapicheos politicos, se despiertan para pedir un lugar en el que protestar el 15 de marzo en Budapest. Hasta entonces, la cuestión húngara sigue torturando a las mentes preocupadas de Europa. (Caricatura: © Kristof)
No hay comentarios:
Publicar un comentario