domingo, 29 de enero de 2012

Velocidad en las redes sociales



El culto a la velocidad se palpa en nuestros días, hasta el punto que parece que todo el mundo sufre la 'enfermedad del tiempo', término acuñado por el doctor Januy Doseey para denominar la creencia obsesiva de que «el tiempo se aleja, no lo hay en suficiente cantidad y hay que pedalear cada vez más rápido para mantener el ritmo». Es como si circuláramos constantemente en el carril rápido.
Con frecuencia esta velocidad está reñida con la reflexión, con el silencio y con la calma. Y la cultura del apresuramiento se cobra su tributo. Estamos olvidando la espera de las cosas y la manera de gozar del momento cuando llegan. En vez de pensar profundamente y dejar que una idea, un deseo o un sentimiento se cocine a fuego lento en la mente, obsesionados por la rapidez y el ahorro del tiempo, pasamos a la acción de forma precipitada. Esta era atiborrada de medios de comunicación nos invita a la prisa.
Sin embargo, opino que la mala prensa asociada a la globalización es infundada. Contrariamente al verso de Jorge Manrique, estoy convencido de que cualquier tiempo pasado fue peor. Teléfonos móviles, blackberrys, internet, han venido a facilitarnos la vida, a hacernos más sencillo el día a día. La revolución de las redes sociales acude a nuestra ayuda para acercarnos, para posibilitar interacciones que nos ayudan a mejorar como personas. Son una manifestación de una nueva forma de concebir las relaciones humanas.
Junto con Estados Unidos, Reino Unido y Brasil, somos la sociedad con mayor uso de las redes sociales por los internautas. Esta utilización generalizada ha puesto de manifiesto la existencia de una colisión frecuente con el derecho a la privacidad. Son la cara y la cruz del progreso. Las razones son numerosas. La manera entusiasta y poco meditada con que la gente utiliza las redes, unida al incumplimiento de las obligaciones de los proveedores que tratan datos de carácter personal, confluyen en la vulnerabilidad de nuestra privacidad.
De ahí que el Día Europeo de la Protección de Datos Personales sea una oportunidad para invitar a los usuarios y proveedores a ser cuidadosos con la identidad propia y respetuosos con la intimidad y la privacidad ajenas. Debemos aprender a gestionar la identidad digital y tener muy presente que la información que depositamos en internet, en los blogs, en las redes sociales, da igual el formato, sea texto, imagen o sonido permanece siempre en internet. Y no podemos ignorar que los proveedores de redes sociales basan su modelo de negocio en la recopilación, tratamiento y utilización de los datos personales para un marketing muy sofisticado.
José Saramago nos alertó hace años que nuestra condición de ciudadanos se estaba transformando en consumidores. Hoy ya somos consumidores e incluso, cuando tan frecuentemente nos ofrecen un servicio gratuito, sin saberlo, dejamos de ser clientes para convertirnos en el producto. El valor de nuestros datos es incalculable. Ahí está, por ejemplo, la empresa Sabelotodo, expedientada reiteradamente por ofrecer datos privados de casi 37 millones de personas residentes en España y que, a pesar de lo cual, en el último año sus ingresos se han incrementado en un 25%.
Y es que todas las virtudes de la sociedad tecnológica pueden verse eclipsadas si gestionamos mal nuestra intimidad, nuestros datos personales, nuestra privacidad. De una manera u otra, la información que damos de nosotros mismos, de forma voluntaria o involuntaria, se cruza, trata y controla. Pensemos que, en esta sociedad tecnológica toda la información sobre las personas está en internet. A la información que nosotros mismos facilitamos, consciente o involuntariamente, se une la que es imprescindible para la gestión de nuestra vida en sociedad, datos profesionales, sanitarios, datos de renta, de consumo, grabaciones en videocámaras. Todo ello simboliza muy bien la sociedad del riesgo: «esa nueva intemperie en la que se ha convertido nuestro mundo imprevisible, inestable y contagioso» del que nos habla Daniel Innerarity.
Pero estamos a tiempo de enderezar las cosas. Si los usuarios pensamos en el precio de la velocidad, si tratamos de preservar la estética de la lentitud y de la serenidad frente al apresuramiento y la conciliamos con la inmediatez que nos ofrece la tecnología, nos cuidaremos de ofrecer toda esa información que nos hace vulnerables, que nos deja a la intemperie y los resultados serán de excelencia.
Si, además, los proveedores de servicios de redes sociales atienden las demandas que realizamos las autoridades de Protección de Datos y determinan con claridad los Términos de Servicio bajo los que se ofrece la participación en la red social; si desde las autoridades de Control seguimos realizando iniciativas de sensibilización para incorporar los valores de la privacidad y la protección de datos personales en la escuela, en la familia y en la sociedad y realizamos, además, una labor reactiva y rigurosa ante las posibles infracciones y si desde el mundo empresarial se toma en serio la seguridad de los datos personales, estoy convencido de que vamos por el buen camino.
Se trata de embarcarnos en una nueva sabiduría de los límites y de entenderlos como una gran oportunidad y un seguro de vida.

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