XAVIER DOMÈNECH Ni al estado ni a la banca: a quien hay que rescatar es a las empresas no financieras. Las de la economía productiva, como se suele decir. Su deuda supone un 135% del PIB. Bastante más que la del sector financiero. Mucho más que las economías familiares. Y el doble que el gobierno y las autonomías juntos. The Economist ha publicado un interesante cuadro estadístico sobre la deuda de los mayores países desarrollados, y España es líder destacado en el apartado del non-financial corporate debt. En cambio, y siempre en términos de PIB, la deuda pública española es menor a las de Japón, Italia, Francia, Alemania, Gran Bretaña o Estados Unidos. La deuda de las familias españolas se ve superada por las de Gran Bretaña, Canadá y Estados Unidos.
Y la de las entidades financieras es inferior a las de Gran Bretaña, Japón, Francia, Corea, Alemania e Italia. Se habla poco del peso de la deuda empresarial. El debate frenético y culpabilizador que nos marea se centra casi siempre en la deuda pública, tal vez porque ofrece más facilidades al lucimiento partidista. Cualquier político de oposición se siente en el derecho y el deber de escandalizarse por cada décima gubernamental, autonómica o municipal. Y tras los partidos van en tropel los opinadores apocalípticos, que pegan gritos ante cualquier oscilación de una ratio, como adolescentes ante los trucos de una película de terror. ¿Qué dirían ante el 220% de la deuda pública japonesa? Sin duda, exigirían haraquiris en masa. Ningún banquero en su sano juicio va a prestar dinero a un deudor contumaz. Gran parte del crédito que se niega a las empresas tendría como destino aplazar los vencimientos e incrementar el volumen de lo debido. Como daño colateral, buenos proyectos que crearían empleo también encuentran las puertas cerradas. La banca teme a las empresas, y eso es fatal. Significa una condena sin remisión para nuestra capacidad productiva. Con esa losa encima, los patronos no van a contratar a los jóvenes parados aunque pongan dinero encima. Y si los patronos no contratan, ¿quién va a secar el pantano de los 5,4 millones de parados? Lo que sea que se haga desde el gobierno debe orientarse al rescate de las empresas productivas. El puro y duro ajuste del gasto público en tiempos de recesión no hace más que contribuir a su hundimiento. Es menester modular los ritmos del ajuste y ayudar a las empresas a salir del pozo; de lo contrario, el enfermo no morirá de déficit, sino de anemia.
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