lunes, 28 de febrero de 2011

Cuba ► ¿Apretarían el gatillo soldados contra su pueblo?

1989 fue un buen año para la libertad. Únicamente en China el partido comunista aplastó a los manifestantes que poco a poco, desde el 14 de abril, iban tomando posesión de la Plaza Tiananmen. Cuando aparecieron los tanques y soldados el 3 y 4 de junio, apenas se divisaba el suelo de la plaza. Hasta 1.500 personas fueron masacradas.

Aun así, los acontecimientos de Tiananmen nos dejaron una imagen de esperanza: el joven que una y otra vez se colocaba frente al tanque, mientras el soldado que lo conducía rehusaba aplastarlo. En China, una búsqueda de “el hombre del tanque” en Internet no devuelve ningún resultado. Aquí, en Estados Unidos, te dará cerca de nueve millones de resultados. La rebeldía del joven y la renuencia del soldado a matarlo todavía representan una amenaza para las autoridades chinas.
En Europa del Este los regímenes comunistas caían como fichas de dominó. La “Doctrina Sinatra” utilizada por Mijaíl Gorbachov —Moscú ya no intervendría para apuntalarlos— obligó a los líderes comunistas de la región a arreglárselas como pudieran ellos solos. Y cuando los ciudadanos se lanzaron a las calles, todos, excepto Nicolau Ceaucescu en Rumanía, dudaron antes de dar una orden de abrir fuego.
Cuba tuvo lo suyo en 1989. En junio, un grupo de militares y oficiales de la seguridad del Estado fueron arrestados y juzgados por tráfico de drogas. Cuatro de ellos fueron fusilados. Es posible que estos hombres también estuvieran trabajando a favor de unas reformas. No importa, todavía hoy está más claro que el agua que el escándalo dejó al desnudo el apuro en que se encontraba el régimen.
El hecho de que Fidel Castro demandara lealtad incondicional de la élite requería de un alto nivel de tolerancia ante el comportamiento de los altos mandos de esa élite. Si estaba al tanto o no de las actividades de los oficiales, toda la responsabilidad recaía en su manera de gobernar. La Habana, sin embargo, echó la culpa a unas cuantas manzanas podridas, aun cuando dos de los hombres ejecutados —el general Arnaldo Ochoa y el coronel Antonio de la Guardia— habían sido cercanos a Castro durante mucho tiempo.
Hoy vemos cómo jóvenes en el Medio Oriente se manifiestan a favor de la libertad. A diferencia de los regímenes de Europa del Este, sin embargo, los del Medio Oriente emergieron desde dentro y, en ese sentido, se acercan más a China. Las autocracias de Egipto y Túnez se debilitaron sin apenas derramar sangre. No así en Libia donde Muamar el Gadafi ha lanzado tropas leales, mercenarios extranjeros y ataques aéreos contra la población. Cientos de personas han muerto y el régimen ha perdido el control de la zona oriental del país.
Tras los acontecimientos de 1989, se llegó a pensar que Cuba sería la próxima. Pegatinas donde se leía ¡En el noventa, Fidel revienta! podían verse por todo Miami. George H. W. Bush pensó que la libertad llegaría a Cuba durante su mandato. Sin embargo, Fidel Castro resistió y sobrevivió hasta conseguir traspasar el poder a Raúl en 2006.
Así las cosas, el estilo de mando del mayor de los Castro sigue siendo la esencia del asunto. Fidel siempre prefirió gobernar solo que apoyándose en instituciones, aunque no fueran democráticas. Y le llevó algún tiempo a Raúl Castro poner las cosas en orden. Ahora se encuentra, junto a sus ancianos seguidores, atrapado.
Por un lado, el pensamiento que serían ellos los que perderían el poder les impide dormir por las noches. Por otro, se han comprometido a salvar el legado de Fidel, que es el suyo propio. Aun así, la falta de voluntad de Castro de situar los intereses del cubano de a pie en el centro de su gobierno ha hecho todavía más difícil la tarea de Raúl. Se ha perdido demasiado tiempo y los costos actuales son aún más altos.
Los cubanos se están enfrentando a despidos de alrededor de 1,8 millones a lo largo de cuatro años. Aunque los informes publicados sobre si la primera ronda de 500.000 despedidos ha comenzado de verdad, solo el anuncio sugiere un nuevo contrato social. El mensaje que está enviando el Gobierno es, de hecho, “Ustedes están solos”.
Lo que está ocurriendo en Libia podría resultar particularmente preocupante para la dirigencia cubana. Fidel Castro y Gadafi fueron muy buenos amigos en algún momento. Y no sabemos cuán enterados están los cubanos de los acontecimientos en ese país. Las élites en los sectores de lo militar, lo estatal y el partido, sin embargo, están muy conscientes de las deserciones que han tenido lugar entre sus homólogos libios.
¿Estarían los jóvenes cubanos dispuestos a provocar la ira del régimen lanzándose a las calles? ¿Daría el régimen la orden de dispararles? ¿Apretarían el gatillo oficiales y soldados? No son éstas preguntas infundadas. Las reformas incipientes ya están sacudiendo la sociedad cubana, y es allí donde deberemos prever los cambios.

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