lunes, 25 de julio de 2016

Río de Janeiro: ¿Juegos Olímpicos o profundo caos?

En Río de Janeiro se prepara una auténtica fiesta brasileña. Los Juegos Olímpicos exigen mucho talento improvisador y mucha paciencia, tanto de los visitantes como de los habitantes de esa ciudad.


Primero la buena noticia: los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro se llevarán a cabo. Todas las sedes deportivas están listas, hay una estrategia de seguridad y cerca de un cuarto de las 4,3 millones de entradas ya han sido vendidas.

Del 5 al 21 de agosto, 10.500 deportistas medirán su rendimiento en 28 disciplinas distintas alrededor del famoso Pan de Azúcar. Cerca de 50.000 visitantes verán las competencias en el mismo lugar donde suceden, mientas que cerca de 4.000 millones de espectadores las seguirán en todo el mundo a través del televisor.

La mala noticia: Brasil incumplió la mayor parte de sus compromisos con el Comité Olímpico Internacional. Por ejemplo, la nueva línea de transporte subterráneo que debía transportar a los espectadores desde el centro de la ciudad hasta el Parque Olímpico solo estará disponible parcialmente y a modo de prueba, según se prevé.

Favor de no mirar
También la limpieza de la pintoresca bahía de Guanabara, un símbolo de Río de Janeiro junto con el Pan de Azúcar, se quedó corta. Actualmente, casi la mitad de las aguas negras de la ciudad de nueve millones de habitantes que llega a la bahía es sometida a procesos de limpieza. Debía ser un 80 por ciento según lo planeado.

Y eso no es todo. También la laguna de Jacarepagua, a cuya orilla se alza el Parque Olímpico, es hoy una gran letrina. Y la laguna Rodrigo de Freitas, ubicada justo en medio de la parte sur de la ciudad, amenaza con desbordarse. Y ahí se realizarán las competencias de canotaje.

“No mostramos nuestra mejor faceta”, dijo el alcalde Eduardo Paes al periódico Guardian. Debido a las actuales crisis política y económica, no es afortunado que el país esté en el centro de la atención mundial.

Hay que seguir adelante
La lista de problemas parece infinita: caos de tránsito, colapso financiero, el virus del zika y los reubicamientos forzados. Pero mientras más grande es la presión, más crece también la aparente bonhomía de los brasileños. A tres semanas del inicio de los Juegos Olímpicos, campea por Río de Janeiro una notable atmósfera de confianza. Los temas pendientes son conocidos, y por ello, ahora la divisa es sacar el mejor provecho de la difícil situación.

“No hay Juegos Olímpicos sin problemas”, dice Lamartine Pereira da Costa, profesor de administración deportiva en la Universidad de Río de Janeiro y participante en el programa de investigación del Comité Olímpico Internacional (COI). “Desde el gigantismo de los Juegos de Sydney en el año 2000, todas las sedes luchan para superar los problemas”.
Da Costa trae a la memoria la amenaza del comité en 2004 de retirarle la sede a Atenas, debido al retraso en la construcción de las sedes deportivas. Cuatro años más tarde, Pekín recibió emplazamientos similares, pero por otro motivo: la alta contaminación del ambiente fue considerada insoportable para los atletas.

La población brasileña, entre tanto, se ha acostumbrado a las críticas como preámbulo a grandes eventos internacionales, dice Lamartine da Costa. “En la Copa del Mundo, en los Juegos Panamericanos de 2007 y el Día Mundial de la Juventud en Río de Janeiro hubo problemas y protestas. Pero en algún momento, la gente empezó a concentrarse en los eventos mismos.”

Manejo de crisis estilo brasileño
Los brasileños harán todo lo que esté a su alcance para que los Juegos Olímpicos sean un éxito, y lo lograrán”, opina Stephan Jentgens, presidente de la iniciativa pastoral para América Latina, Adveniat. La iglesia de Río de Janeiro se ha impuesto la tarea de defender los derechos de los más desprotegidos en el marco de los juegos.

Así, Adveniat financia a través de la Diócesis de Río de Janeiro actividades deportivas en los barrios pobres de esa ciudad, y también da apoyo jurídico a los habitantes que han sido desplazados por los proyectos de construcción relacionados con la competencia olímpica. Como ejemplo está la llamada “Villa Autódromo”, en la cual muchas casas cerca del Parque Olímpico fueron evacuadas y demolidas. “La última que se irá de ahí será la iglesia católica”, dice Jentgens. “Mientras haya gente en el barrio, la iglesia también se quedará”.

El debate sobre las justas indemnizaciones para los habitantes de la Villa autódromo enciende la discusión general sobre la explosión de costos para financiar los Juegos Olímpicos. En 2009 fue contemplado un presupuesto de 7.800 millones de dólares, cifra que ha crecido hasta llegar a cerca de 10.000 millones.

Maracaná y la política
Casi dos terceras partes de dicha cifra estuvieron destinadas a mejorar la infraestructura de Río de Janeiro. El resto se divide entre los gastos del comité organizador y la construcción o remozamiento de las sedes deportivas. En comparación, en Atenas los costos para los Juegos Olímpicos ascendieron a 11.200 millones de euros, y en Londres, a 13.500 millones.

En vista de la recesión en Brasil y de la baja en los ingresos provenientes del petróleo, factores que afectan especialmente a la ciudad federal de Río de Janeiro, el gobernador Fransisco Dornelles jaló el freno y declaró el estado de emergencia financiera. En la capital, Brasilia, las autoridades se manifestaron dispuestas a ayudar a Río de Janeiro con créditos especiales.
Dilma Rousseff espera una solución igual de urgente, a nivel político. Ella fue retirada provisoriamente del cargo en mayo pasado y no sabe si podrá participar en la ceremonia inaugural del 5 de agosto, o cuál será su papel.

Solo hay una cosa segura: la crisis política que paraliza a Brasil no se solucionará antes de dicha ceremonia. Queda la pregunta: ¿podrá soportar Rousseff que su oponente Temer abra la competencia, estando ella presente? ¿O se mantendrá alejada de la inauguración, debido a causas políticas?

No hay comentarios: