sábado, 23 de julio de 2016

El impresionismo en la literatura

Azorín (1873-1967)

Concepto. Como tendencia estética (valedera para todos los tiempos) el i. es la captación rápida de la impresión fugaz y el predominio de la sensación sobre la concepción razonada. Se fundamenta, por tanto, en lo objetivo, aunque no tomado en su esencia, sino en los modos transitorios de su apariencia. Como tal tendencia natural ha existido, existe y existirá siempre, pues supone sencillamente la manera rápida, abocetada y sintética de describir y representar algo. Así, el gusto de lo incompleto; el recrearse con una realidad evocada sensorialmente antes que profundizada y objetivada en sus relaciones espirituales; y, en fin, la captación de lo fugaz, de la luz, del color o del sonido son otras tantas características típicas de ese modo o actitud permanente que se llama i.
     
      De allí que su singularidad consista en tratar de representar los objetos o las sensaciones a través de sus propias impresiones -fugaces, transitorias- en nosotros, por cuanto se considera al i. como la última evolución del realismo-naturalismo, a la manera -dice Weibach- de una «decrepitud sutilísima» en la que todas las esencias estilísticas europeas pos-renacentistas se confabulan para dar con una nueva técnica, la forma final de sus posibilidades ante el mundo exterior.
     
      Como otros movimientos estéticos, el i. se inició simplemente como una fórmula pictórica, pasando después a la literatura y a la música. Literariamente, se le han buscado antecedentes y relaciones con otro movimiento coetáneo -segunda mitad del s. xix-, el simbolismo (v.), y se caracteriza por la tendencia a reducir todo valor poético a la pura sensación, adaptando al lenguaje el principio de la disolución de la unidad plástica y concediendo la mayor importancia a la descripción, a los toques o efectos sensibles, en contraposición a la forma externa de las realidades. También significa, desde el punto de vista literario, una doble reacción, tanto frente a la frialdad academicista como frente al sentimentalismo romántico. Su temática ha preferido, sobre todo, la evocación emotiva de la vida contemporánea y la sencillez y la forma directa para describir una escena o un paisaje.
     
      «En sus improvisaciones -observa Cirlot- el impresionismo tendía, acaso sin consciencia de ello, a una sinestesia total, en lo que coincidía con las aspiraciones simbolistas, solamente que en el primero el proceso se cumplía por una embriaguez ante la naturaleza, de carácter predominantemente sensorial, mientras que el simbolismo aspiraba a un tipo de creación más rigurosamente ordenado y preconcebido… Por medio del impresionismo, el siglo xix y el xx se fundían en esa playa donde el flujo se llama romanticismo y el reflujo modernismo».
     
      Evolución. Se ha dicho que en Francia parece existir la zona intermedia que separa el mundo nórdico -abstracto y fantasmagórico- del mundo latino o mediterráneo -Italia, España-, de honda raíz clásica y realista. En esa zona intermedia parece ser también que ha tenido su terreno más abonado -y quizá, por eso, su cunael i. Y antes que en los impresionistas propiamente dichos, en otros escritores incluso anteriores a esta tendencia, pero de la cual participan en algún aspecto: así, Théophile Gautier (v.), primero romántico, luego -acaso por su preparación pictórica- vocablo hacia un plasticismo precursor del i., en Émaux et camées (Esmaltes y camafeos), 1852; así, el predominio de la sensación, en Petits poémes en prose (Pequeños poemas en prosa), de Charles Baudelaire (v.); así también, la técnica narrativa de la disociación -típicamente impresionista- de Renata Mauperin y Germinia Lacerteux, las dos famosas novelas de los hermanos Goncourt (v.).
     
      En la lírica, el simbolismo vino a ser una especie de transposición literaria del i. pictórico, pues buscaba el matiz fugaz de las cosas y la expresión de las relaciones ocultas entre ellas: la musicalidad de Paul Verlaine (v.), en sus Poémes saturniens (Poemas saturnianos) y en Romances sans paroles (Romanzas sin palabras); la fuerza de las sensaciones, en L’Aprés-midi d’un faune (La siesta de un fauno), de Stéphane Mallarmé (v.) o la condensación de imágenes y la violencia de las impresiones, llenas de luz y colorido, de Illuminations (Iluminaciones), de Jean-Arthur Rimbaud (v.). Otros rasgos impresionistas se darán también en Rémy de Gourmont (1850-1915), Maurice Bouchor (1855-1929), Jean Moréas (1856-1910) Albert Samain (1859-1900), Émile Verhaeren (1855-1917), Charles Guérin (1873-1902) y Jules Laforgue (1860-87). En la novela, Marcel Proust (v.) empleará una técnica impresionista, no sólo en la descripción de las sensaciones y de la realidad, sino especialmente en su morosa interpretación del tiempo -v. gr., la serie novelística Á la Recherche du Temps Perdu (En busca del tiempo perdido)-, maravilloso y personalísimo intento de resucitar las horas pasadas, al valorar en ellas su evocación sentimental y su encanto fugaz como algo vivient,,. Por esa su deliciosa morosidad lírica en la búsqueda y captura del tiempo perdido -vivo, presente en el recuerdo-, Crémieux califica el de Proust como un i. crítico, o, mejor, un superimpresionismo.
     
      En la literatura alemana, se pueden considerar impresionistas Theodor Storm (1817-88), que en el poema Der Schimmelrciter (El jinete del caballo blanco) evoca maravillosamente la atmósfera trágica y fantástica del mar del Norte; Adalbert Stifter (1805-68), pintor excelente de las selvas de Bohemia, como lo es también de la selva Negra Berthold Auerbach (1812-82); los poetas Arno Holz (1863-1929), Peter Altenberg (1859-1919) y Hugo von Hofmannsthal (v.); el novelista austriaco Stefan Zweig (1881-1942), cuyas narraciones ofrecen, en general, un i. fácil y atractivo, etc.
     
      En la literatura escandinava, la obra lírica de Gustav Friding (1861-1911), con una nota entre impresionista y melancólica; o la obra novelística de Selma Lagerlóf (v.), especialmente en Gósta Berling, Jerusalen y Nils Holgerssons underbara resa fenom Sverige (El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia), de un bello idealismo impresionista.
     
      Si no cabe hablar de una escuela literaria impresionista inglesa, sí se puede destacar la plasticidad y la brillantez de colorido de Lord Jim y The Nigger of the «Narcissus» (El negro del «Narcissus»), de Joseph Conrad (v.), y de la técnica «contrapuntísica» del Ulysses, de lames Joyce (v.), la cual llega a formas definitivas en Point Counter Point (Contrapunto), 1928, de Aldous Huxley (v.), y, luego, en The Wild Palms (Las palmeras salvajes), del norteamericano William Faulkner (v.).
     
      Con Azorín y Miró llega el i. literario español a sus más altas cimas: José Martínez Ruiz (v. AZORíN) pinta cuanto ve su retina. La concisión, la exactitud, la expresividad, la sucesión de instantáneas y la captación del tiempo son características del i. azoriniano (Castilla, Doña Inés, Blanco en azul). El también levantino Gabriel Miró (v.) es otro gran artista que ve la vida con ojos de pintor: su i. descriptivo emplea la enumeración y, a veces, una técnica casi cinematográfica (Años y leguas). Otro levantino, Vicente Blanco Ibáñez (v.), dio cauce a su brillante colorido, principalmente en sus novelas valencianas (Cañas y barro, La barraca, Entre naranjos). Un i. de corte modernista aparece en Salvador Rueda (1857-1933), en la primera época de Juan Ramón Jiménez (v.) y en las Sonatas, de Ramón del Valle-Inclán (v.). La novela de Ramón Pérez de Ayala (v.) El curandero de su honra ofrece la técnica del «contrapunto», manifestada, más tarde, en La colmena, de Camilo José Cela (v.). En la lírica española contemporánea, Arpa fiel (1942), de Adriano del Valle (n. 1895) ofrece, según Dámaso Alonso, «un concierto de colores, olores y sonidos».
     
      Refiriéndonos a la América hispana, la musicalidad y el colorido de la lírica del nicaragüense universal Rubén Darío (v.) y la, fuerza descriptiva, cambiante y llena de transiciones, del venezolano Rómulo Gallegos (v.), en sus novelas más representativas -Doña Bárbara, La trepadora, Cantaclaro- son, entre otros, dos ejemplos muy significativos del i. literario hispanoamericano.

Fuente: https://teecuento.wordpress.com/el-impresionismo-en-literatura/

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