martes, 25 de octubre de 2011

ARGENTINA: Se terminó la fiesta: tiempo de ajuste

► Daniel Viglione //   Si en 2007 Cristina Kirchner no podía quejarse de la "herencia recibida" de la anterior gestión (el presidente era nada menos que su marido), mucho menos podrá hacerlo desde diciembre. La gran diferencia es que esta vez, el contexto es mucho más complejo que entonces, por situaciones externas y enorme cantidad de errores propios acumulados.

La crisis internacional (con epicentro en Europa) está lejos de solucionarse y está por demás claro la profundidad del impacto que producirá en la economía de los países emergentes (como la Argentina) y de otros ya "emergidos", como China y Brasil, a su vez grandes clientes y proveedores de nuestro país.

Por si fuera poco, la administración Kirchner, que nunca tuvo una política estructural y se vio beneficiada de la abundancia de recursos en los ciclos que hasta ahora le tocó gobernar (y, por lo tanto, eximida de aquella exigencia), enfrenta ahora un ciclo claramente diferente que la obligaría a tomar medidas hasta ahora impensadas.

A la luz de lo vivido en el último tiempo (el proceso se inició a mediados de año, pero recrudeció en intensidad en los últimos dos meses), la fuga de capitales (viabilizada en muchos casos en el pase de pesos a dólares por parte de los inversores), que habría alcanzado en lo que va del año 21.000 millones de dólares, y su impacto en la cotización del dólar es la primera urgencia por resolver.

Pero claramente el fenómeno es causado precisamente por la falta de señales en otros aspectos, que el gobierno, por lo menos en el discurso público, se niega a abordar. Para peor, lo que podría haber sido un conjunto de medidas coordinadas en el inicio de su gobierno, con menores o mayores costos políticos seguramente manejables, hoy resulta más complicado con un costo seguramente mayor.

Por ejemplo, para frenar la fuga (y el ascenso del dólar en las pizarras) Cristina Kirchner apeló a la tradicional receta de inducir una suba de las tasas de interés. El impacto en la inflación ya está llegando, con subas autorizadas del 9% (para comenzar a hablar) por parte del renunciado Guillermo Moreno.

El necesario y profundo recorte de la enorme masa de subsidios a los servicios y la energía (en aras de regresar al superávit fiscal) sólo será factible si, se dispone un aumento de un brutal aumento de tarifas. ¿Cuál será el impacto de esa medida sobre la inflación?

El boom de consumo basado en deuda, cáscara de la performance electoral de los candidatos oficialistas, se verá afectado ahora si, como todo indica, no puede sostenerse el fuerte crecimiento de los créditos personales y, más importante aun, si los salarios (por lo menos, los formales) no siguen aumentando incluso por encima de la inflación real. Para evitar que ambas variables sigan alimentándose en forma de espiral, la idea es moderar esa demanda a niveles en torno del 18% en las próximas negociaciones, que arrancarán en febrero. Ya existen señales más que sobradas de que los sindicatos no aceptarán tan exigua cifra.

Complicado.

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